martes, 26 de agosto de 2008

El plan suicida de Díaz, ¿era imposible?



Sorprendido el Mariscal López por la gran capacidad de movilidad del Batallón 40 al mando de Eduvigis Díaz, lo invitó su mesa. Entre los comensales, otros generales e invitados del Presidente.

Al verlo, tal vez por simple curiosidad, preguntó a tan joven militar por su opinión, si tenía un plan de guerra.

- Ninguno, señor, solo quisiera conocer el que haya resuelto para ejecutar.

- Muchachos, por favor, no pongan todo sobre mis hombros, seguro que mis generales tienen algunas ideas.

Siguieron las palabras de López, un silencio de cementerio. Entonces el joven que había sido consultado, se levantó como si de sus adentros naciera un gigante dormido, el gigante de la guerra, el gigante de un estratega.

- “Entonces, señor, el vehemente anhelo de mi vida sería recibir orden de VE para escoger siete mil hombres del ejército y, embarcándolos en los mejores vapores de nuestra escuadra, tomar sin perdida de tiempo rumbo al Atlántico, pasar por el Río de la Plata, dejando de costado los buques brasileños surtos allí, que ni siquiera me sentirían; presentarme ante Río de Janeiro al noveno día; penetrar a su bahía a media noche por entre sus fuertes cuyos cañones no me harían daño; desembarcar en 30 minutos mediante las precauciones que habré tomado, cruzar la ciudad rápidamente, rodear y caer sobre el palacio de San Cristóbal, arrancar de cuajo a la familia imperial, inclusive a don Pedro II, volverme a embarcar trayendo a mis prisioneros, y 20 días después entregárselos a VE en esta capital donde le impondríamos la paz”

¿Era acaso Díaz un mejor estratega que López?, hasta parecería ser así, por más loca que sea la idea que manifestó esa noche. Mucho mejor que quedarse en Asunción a manejar el ejército a control remoto, como aparentemente quería conducir la guerra, cuando ya se sucedía la campaña de Mato Grosso.

Analicemos las palabras de Díaz. Lo que el quería hacer era una locura, tomando sus palabras en caliente, pero bien preparado, ¿pudiera haber surtido efecto?

Como bien se sabe, Días era uno de los mejores oficiales de la Guerra Grande, además del más amado por sus hombres, incluso por Elisa Linch y el mismo López. No parece tan loco al bien saber que los soldados paraguayos hacían incursiones a los cuarteles enemigos y secuestraban a soldados para, de esa forma, sacarles información. Una de estas incursiones se realizó incluso una noche de helada, desnudos, nadando en el Lago Ypoa. ¿Sería acaso imposible pensar que se llegarían con tanto sigilo hasta los mismos aposentos de Pedro II y secuestrarlo?

Pero, algunos dirán, estamos hablando del hombre que se dejo matar, yendo a mostrarse a los acorazados brasileños, ¿como podríamos confiar en este hombre?

Aparentemente era de carácter impulsivo, tomando en cuenta estos dos cuadros, la de la cena y la de su muerte, ¿pero acaso este defecto fue lo que lo llevó a la muerte y no le permitiría llevar a cabo la misión que el mismo describió? ¿Acaso López era tan egoista (o cobarde) para no dejar en sus manos semejante proeza

Entrecomillado del libro “Monografías históricas”

de Juan Silvano Godoy

No hay comentarios: