martes, 26 de agosto de 2008

Este es nuestro espacio...bienvenidos¡

Muy bien, desde hoy publico este blog sobre esto que es mi mi fascinación: historia nacional paraguaya. En este blog pretendo exponar datos ya publicados, investigaciones propias y salpicones de curiosidades que tengan que ver con nuestra odiosincracia.

Se de muchos que aman nuestra historia, somos muchos. Creo que habiendo un lugar como este, donde nos reunamos nuestras opiniones sin censura, contribuyamos en publicar nuestras opiniones, seamos lopiztas o antilopiztas, a favor de Francia o en contra, stronnistas o a favor de la libertad. Juntos podemos hacer de nuestro país uno nuevo, aquel que soñaron nuestros padres.

Nacionalidad de la población, según el censo 1886

asd























Nacionalidad

Hombres
Mujeres
Total







Paraguaya


94.868

37.010

231.878






argentinos

3056
1839
4895






brasileños

428
102
530






bolivianos

13
3
16






chilenos

16
2
18






uruguayos

129
69
198






norteamericanos

10
3
13






franceses

181
47
228






españoles

289
32
321






alemanes

304
172
476






austriacos

45
8
53






ingleses

34
5
39






italianos

664
161
825






portugueses

113
3
116






suizos

68
44
112






griegos

25
5
30






rusos

2
1
3






belgas

9
5
14






holandeces

1
¨ ¨ ¨
1






peruanos

4
1
5






grandinos

1
¨ ¨ ¨
1






daneces

1
¨ ¨ ¨
1






suecos

1
¨ ¨ ¨
1










239.774






Situación del país después de la Guerra Grande: Censo de 1886



El Paraguay, cuando se realizó el censo de 1886, se dividía en 23 distritos electorales: Tres en Asunción: Encarnación y Lambaré, Catedral y Recoleta y San Roque y Trinidad, con una población de 24.834 habitantes; y 20 distritos en el resto del país.

El primer distrito electoral era la Villa Concepción con Horqueta (10.902 habitantes) el segundo: Villa de San Pedro con Villa del Rosario Ytakurubi del Rosario, San Estanislao (12.024 habitantes) Lima, Unión y Takuatí; el tercero: Arroyos y Esteros junto con Emboscada, Altos, Atyra, Tobati y Caacupé (13. 615); el cuarto: Piribebuy con Barrero Grande y Caraguatay.

Por su parte Itacurubí conformaba el quinto distrito electoral con Valenzuela, Ybytymi, y San José de los Arroyos (12. 615); el sexto: Ajos (Coronel Oviedo) con Carayaó, San Joaquín y Caaguazú (5.631), Villarrica, la más populosa después de Asunción, con 10.733 habitantes conformaba un solo distrito electoral.

El octavo distrito estaba formado por Mbokayaty con Yataity. Hy´aty (Felix Pérez Cardozo)e Ytapé (9340); el noveno distrito por Yhacanguazú (Borja) con Caazapa y San Juan Nepomuceno (12.501; el décimo por Yuty con Bobí y San Pedro del Paraná: 9.736

El undécimo departamento distrito electoral estaba formada por Villa Encarnación con Jesús, Carmen del Paraná y San Cosme: 6.548; el duodécimo por Santa Rosa, San Ignacio, Santa María, San Miguel y San Juan Bautista 9.419; el decimotercer por Ybycu´i con Mbuyapey y Quyquyho 7.080, mientras que el decimocuarto estaba integrado por Quiindy, Acahay y Caapucú: 10.686

El decimoquinto distrito estaba conformado por Carapeguá, Paraguarí y Tavapy: 15.344, en tanto que el decimosexto por Pirayú, Ytaguá y Areguá: 10.089; el decimosexto estaba integrado por Limpio con Luque, San Lorenzo del Campo Grande y San Lorenzo del Campo grande y San Lorenzo de la Frontera- Ñemby -16.300.

El decimoctavo distrito lo conformaba Capiatá con Ytá, Yaguarón, Ypané y Guarambaré: 14.409; y los dos últimos distritos por Villeta Oliva y Villa Franca : 4.353; y Villa del Pilar con Tacuaras, Laureles, Isla Ombu, GuazuCua, Pedro González, Yabebyry, San Juan Bautista, Humaitá y Desmochados: 14.392

Por aquí pasó la historia: Caacupé y su martirio



Corría agosto del año 1869.

Caacupé, apenas una aldea gris en medio de la selva, vivía los últimos suspiros del invierno. Anochecía el día 15, cuando Bernardino Caballero por órdenes del Mariscal López, ordenó la evacuación. Los aliados estaban cerca, el cruelísimo Conde D´Eu se aproximaba. Nadie debía de quedar en el pueblo. Así se hizo. Solamente algunos heridos, mutilados, ancianos y enfermeras quedaban en el hospital de Sangre. Los demás, como un desfile de muertos vivientes iniciaba la larga caminata hacía Piribebuy. Iban rezagados, el Mariscal había abandonado ya Azcurra, el 14 en la tarde

Que espantosa melancolía causa el imaginar ese cuadro. Niños llorando y en sus brazos bayonetas; mujeres, algunas violadas; otras, aún sin probar el amarguísimo sabor del Vía Crusis; ancianos que apenas caminaban, soldados sangrantes y broncineos sobre flacos caballos... y un urutaú que los llamaba desde el fondo de la selva.

Uno, al caminar por la calle Independencia Nacional del Barrio Alegre de Caacupé, busca respuestas a tantas leyendas. Recordar que esas calles empedradas eran de tierra apenas hace 20 años. Por allí pasaron Las Residentas.

Al fondo de la calle, se ve el ka´agui juru que lleva hasta el vado del arroyo Aka Roysa, nombrado por Andrés Aguirre, en Epopeya de los Siglos:

“Apenas traspone el arroyo Aka Roysa, recibe esta parte: Mi general, los kamba oike pama pueblo pe, orrepika joa hikuai tupaope , ha ohapy ñande Hospital de Sangre. Tasê mante oñehendu umi herido kuera gui. Relación del Cabo Cipriano Franco”.

A unos pasos de la boca del camino, puede verse el hospital tuja o al menos la propiedad que, hoy, es de dominio privado. Más allá, la vereda verde interrumpe repentinamente, para rememorar viejos tiempos. Aves cantoras, planchadas de piedra y leyendas de plata yvyvy.

Cerca de allí, el arroyo, un poco más y lo cruzamos. ¡Como sería en ese tiempo! Carretones estirados por bueyes, mujeres, niños, ancianos, soldados y el destino, más allá de la selva. Iban guiados por el urutaú, que, allá lejos, gritaba su augurio.

El plan suicida de Díaz, ¿era imposible?



Sorprendido el Mariscal López por la gran capacidad de movilidad del Batallón 40 al mando de Eduvigis Díaz, lo invitó su mesa. Entre los comensales, otros generales e invitados del Presidente.

Al verlo, tal vez por simple curiosidad, preguntó a tan joven militar por su opinión, si tenía un plan de guerra.

- Ninguno, señor, solo quisiera conocer el que haya resuelto para ejecutar.

- Muchachos, por favor, no pongan todo sobre mis hombros, seguro que mis generales tienen algunas ideas.

Siguieron las palabras de López, un silencio de cementerio. Entonces el joven que había sido consultado, se levantó como si de sus adentros naciera un gigante dormido, el gigante de la guerra, el gigante de un estratega.

- “Entonces, señor, el vehemente anhelo de mi vida sería recibir orden de VE para escoger siete mil hombres del ejército y, embarcándolos en los mejores vapores de nuestra escuadra, tomar sin perdida de tiempo rumbo al Atlántico, pasar por el Río de la Plata, dejando de costado los buques brasileños surtos allí, que ni siquiera me sentirían; presentarme ante Río de Janeiro al noveno día; penetrar a su bahía a media noche por entre sus fuertes cuyos cañones no me harían daño; desembarcar en 30 minutos mediante las precauciones que habré tomado, cruzar la ciudad rápidamente, rodear y caer sobre el palacio de San Cristóbal, arrancar de cuajo a la familia imperial, inclusive a don Pedro II, volverme a embarcar trayendo a mis prisioneros, y 20 días después entregárselos a VE en esta capital donde le impondríamos la paz”

¿Era acaso Díaz un mejor estratega que López?, hasta parecería ser así, por más loca que sea la idea que manifestó esa noche. Mucho mejor que quedarse en Asunción a manejar el ejército a control remoto, como aparentemente quería conducir la guerra, cuando ya se sucedía la campaña de Mato Grosso.

Analicemos las palabras de Díaz. Lo que el quería hacer era una locura, tomando sus palabras en caliente, pero bien preparado, ¿pudiera haber surtido efecto?

Como bien se sabe, Días era uno de los mejores oficiales de la Guerra Grande, además del más amado por sus hombres, incluso por Elisa Linch y el mismo López. No parece tan loco al bien saber que los soldados paraguayos hacían incursiones a los cuarteles enemigos y secuestraban a soldados para, de esa forma, sacarles información. Una de estas incursiones se realizó incluso una noche de helada, desnudos, nadando en el Lago Ypoa. ¿Sería acaso imposible pensar que se llegarían con tanto sigilo hasta los mismos aposentos de Pedro II y secuestrarlo?

Pero, algunos dirán, estamos hablando del hombre que se dejo matar, yendo a mostrarse a los acorazados brasileños, ¿como podríamos confiar en este hombre?

Aparentemente era de carácter impulsivo, tomando en cuenta estos dos cuadros, la de la cena y la de su muerte, ¿pero acaso este defecto fue lo que lo llevó a la muerte y no le permitiría llevar a cabo la misión que el mismo describió? ¿Acaso López era tan egoista (o cobarde) para no dejar en sus manos semejante proeza

Entrecomillado del libro “Monografías históricas”

de Juan Silvano Godoy